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La intermediaria

«Me vendieron por cuatro perras».  María José  pronuncia estas palabras con una mezcla de tristeza y frustración. Es el único momento de la entrevista en el que su voz se quiebra. María José es una joven fuerte, animosa y decidida. Ha crecido sabiendo que las piezas del puzzle de su vida no encajaban.  Nunca se preguntó a quién de sus padres se parecía más porque no tenía nada que ver con ninguno de ellos.   Su aspecto  se aproximaba más al de los magrebíes inmigrantes que llegaban a su pueblo de Valencia que al de su familia.  Además, sus padres eran mucho mayores que los de sus amigas. Éstos atajaron sus dudas infantiles de golpe:  «eres adoptada».  La respuesta fue, por un tiempo, un punto final. No contaban con que Maria José, al preparar su boda,  pediría un día su partida de nacimiento. Un documento en el que  sus padres no constan como adoptivos sino como biológicos y en el que se acredita que nació en el propio domicilio familiar.  Toda su biografía se vino abajo como una hilera de fichas de dominó.  Nada tenía sentido ya.  La pregunta, ahora, fue concreta e insistente:  «¿qué  me ocultáis?».   La respuesta, en esta ocasión,  sonaba a vértigo  y a más interrogantes: » te compramos».

María José  se recupera todavía del descalabro emocional.  La confesión no ha logrado desvanecer el amor por su familia, la única que ha conocido. Sin embargo necesita despejar varias incógnitas para resolver la ecuación de su vida.  Quiere saber dónde nació y quiénes eran sus auténticos padres. No es fácil. Para conseguir un recién nacido a cambio de dinero sus padres se pusieron en manos de una mafia. Una trama muy organizada y con bastantes miembros, una de las muchas que funcionaron en España durante décadas.  El negocio del tráfico de bebés comienza con la intermediaria, un personaje fundamental. Se encargaba de localizar a los posibles interesados y de ponerlos en contacto con los vendedores en origen.  Su objetivo estaba claro,  parejas de mediana edad con cierto nivel adquisitivo, capaces de cualquier cosa por conseguir el niño que la Naturaleza les negaba.  A los padres de María José les pidieron 200.000 pesetas. No eran cuatro perras, en 1979 con ese dinero te podías comprar un buen coche.  La mediadora les avisó de que la operación no tendría lugar en la provincia de Valencia. La mercancía había que ir a buscarla lejos, era más seguro para todos. No pasó mucho tiempo cuando recibieron una llamada de teléfono.  El encargo estaba a punto, había que desplazarse rápidamente a Málaga. La pareja se pone en marcha. El viaje es largo pero no acaba en Málaga. Una vez allí les indican por teléfono que no es el destino final.  Deben cruzar el estrecho hasta Melilla. El punto de reunión es un bar. No saben a quién esperan, tampoco les han dicho una hora. El matrimonio aguarda con paciencia. Pasa el tiempo, los nervios crecen, la conversación se agota y nacen las dudas. El desayuno ha dado paso a la comida y los cafés y los cigarrillos no mitigan la ansiedad. Llevan allí seis horas. El camarero les mira ya sin disimulo.  El marido se levanta y le pide que le conecte el contador del teléfono. Descuelga y llama a la intermediaria, «tranquilo«, les dice ésta, «llegarán». No ha transcurrido ni media hora cuando entran en el bar dos mujeres. Llevan un bulto envuelto en sábanas. La pareja se levanta de un salto.  Ella lo coge en brazos, mientras su marido, en un aparte, entrega a las mujeres un sobre. Le destapan la cara. María José es muy morena, muestra una marca semicircular en la cabeza, la del forceps, y todavía tiene el cuerpo cubierto de sangre. Acababa de nacer, ni la habían lavado, cuando unas manos anónimas la llevaron desde el paritorio directa al punto de venta.  Pasar la aduana y volver en avión hasta Valencia fue toda una odisea que sus padres todavía recuerdan con temor, asustados de que los llantos invitaran a pasajeros y tripulación a hacerse preguntas. No hubo problemas, fue al llegar a su domicilio cuando por fin pudieron lavarla. Diluido en la bañera quedó el último rastro de su madre biológica.

María José pensaba que su caso era único. Gracias a las redes sociales, a internet, ha descubierto que en Ontinyent hay un grupo de chicos de su edad que también fueron comprados en Melilla. Hablamos con varias de ellas, todas mujeres, todas nacidas en 1979. Sus historias son parecidas. La madre de María también fue a por ella a la ciudad norteafricana. Se la entregaron en un parque. Sus padres no le han dicho cuanto pagaron, aunque sospecha que entorno a un millón de pesetas, el precio de un piso. No le quieren dar muchos datos.  Es duro para ellos enfrentarse con la verdad. No es extraño porque algunos detalles estremecen; estaban apuntados en varias listas de espera en distintos puntos de España, lo que nos alerta sobre las dimensiones de la mafia y pudieron hasta elegir el sexo. El último paso se realiza ya en Valencia. La intermediaria les indica la dirección de otro miembro de la mafia. Una matrona que por un módico precio, 25.000 pesetas, la inscribe oficialmente como hija biológica de los compradores.

La intermediaria se llama Isabel. No solo capta a los compradores, en ocasiones los acompaña hasta Melilla. Cuando va ella los intercambios se producen en un frío piso de esta ciudad. A Marta sus padres la compran por 350.000 pesetas. Isabel se ofreció a conseguirles una niña, sabía que tenían un dinero ahorrado tras trabajar algunos años en Francia.  Una cuarta chica nos explica que la entregaron con un kilo y medio de peso, era prematura, tenía que estar en la incubadora y no en un taxi dando tumbos desde Málaga a Valencia. El riesgo era grande, aunque los mafiosos tenían respuesta para todo: « Si se os muere, la metéis en una caja, la tiráis a un terraplén y volvéis a por otra.»

Conseguimos localizar a la intermediaria.  Isabel es una mujer mayor con carácter y con mucha memoria. Lleva una vida normal en una casa  de Ontinyent donde todas las tardes juega a las cartas con varias vecinas entorno a su mesa camilla. La misma en la que, sorprendentemente, recibe a unas chicas de 31 años en busca de respuestas.  Isabel no sabe que la están grabando. Es la primera vez que  una integrante de la trama reconoce la existencia de de una mafia de compraventa de bebés..  La intermediaria es cauta, se mueve entre medias verdades y silencios sospechosos, sin embargo afirma sin tapujos que la conexión Melilla – Ontinyent existía. Sus testimonios son reveladores.  Ella misma es la responsable de traer al pueblo al menos a una quincena de niños, ella misma tiene dos. Asegura que no lo hacía por dinero, tan sólo cobraba los gastos. Es cuestionable, pero no su implicación, su papel decisivo en el negocio.  Las jóvenes buscan respuestas con insistencia. Quieren saber si tiene datos sobre los padres biológicos o sobre los hospitales donde nacieron. Nada, tan sólo habla de ese misterioso piso donde se citaban, allí asegura que las niñas eran vendidas por sus padres.  Las preguntas se suceden e Isabel se relaja, baja la defensa y permite que se le escapen algunos detalles. Frases en las que asume que algunos de los niños podrían haber sido robados y que parte del dinero iba a una clínica, aunque sin especificar cual. Se atreve, incluso, a ofrecerles un consejo: » si sois felices, si vuestros padres os quieren, dejadlo estar». No entiende que las jóvenes quieran conocer su origen para saber realmente quienes son.  No asume su parte de culpa en un gigantesco negocio en el que a algunos se les privaba de lo que más querían, sus hijos, para que otros se llenasen los bolsillos. Ella se limitaba, dice, a cruzar la frontera con un bebé que pasaba por suyo, sin preguntas, sin papeles, sin cuestionarse la moralidad ni la legalidad. Extraño, increíble, imperdonable.

El reportaje ha salido a la luz. Las víctimas quieren que se airee el caso, quizá así obtengan alguna respuesta. A Isabel no le ha gustado nada su furtiva aparición en la tele la pasada semana. Ser la primera en cantar. Una de sus hijas, por cierto también robada, ha amenazado de muerte a las jóvenes que denuncian los hechos.  Han pasado tres décadas y todavía no han logrado  escapar del todo de los tentáculos de la mafia.

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